Dicen que los traductores somos una rara avis… Y no les falta razón, los/as que nos dedicamos a esto tenemos alguna que otra rareza, y esta semana hemos decidido compartir algunas con vosotros/as en clave de humor:
- Los errores lingüísticos son nuestro talón de Aquiles, y nos regocija encontrarlos y compartirlos, sobre todo cuando nadie más parece haberse dado cuenta. Una h mal puesta en un cartel, panfleto, anuncio… se vuelve más viral que el último hit de Shakira.
- Contamos el tiempo en palabras: «Me quedan 500 palabras para terminar… me da tiempo de hacer la compra»; «¿Que si puedo quedar a comer el viernes? Espera, si hago 1500 palabras entre hoy y mañana…».
- Nos quedamos embelesados/as con un edificio cualquiera (que a priori no tiene mayor interés estético ni arquitectónico), porque por fin entendemos qué es el “ladrillo caravista” o la “mampostería careada”.
- Pasamos más tiempo analizando la traducción de un menú que eligiendo plato.
- Empezamos leyendo una frase en voz alta, para ver cómo suena, y acabamos manteniendo una conversación con el ordenador.
- Un mensaje de WhatsApp se convierte en un dilema existencial: «¿Le corrijo la frase o mejor seguimos siendo amigos/as?».
- El momento en que finalmente encontramos ese término que tanto hemos buscado es motivo de celebración (baile de la victoria incluido).
- A la pregunta «¿Cómo se dice tal palabra en …?» le siguen otras tres o cuatro nuestras: «¿De qué contexto hablamos?», «¿Quién lo dice?», «¿A quién va dirigido?» …
- Tu mesa es el epitome de la multifunción: lugar de trabajo + comedor + punto de compra y organización de viajes, eventos, etc. + centro de ocio y ejercicio + pozo de frustraciones y otras tantas otras cosas que no nos caben aquí.
- Cuando toca ayudar con los deberes del cole, corregimos antes la ortografía de los enunciados que los resultados matemáticos.
- El uniforme principal de trabajo es la batamanta (o directamente el pijama). Eso sí, nos arreglamos para las sesiones de Zoom con clientes, colaboradores/as, etc., por lo menos de cintura para arriba (lo de abajo ya… ¡ejem!).
Seguramente, aunque no seas traductor/a, te sentirás identificado/a con algunos de estos puntos, fruto algunos de ellos de la deformación profesional y otros de trabajar desde casa (algo mayoritario en este mundillo). Y seguramente, se te ocurrirán algunos más. Así que… por 10 puntos, excentricidades de los/as traductores/as. ¡Un, dos, tres, responda otra vez!